El término
huaca,
waca
o uaca, del
quechua wak'a
designaba a todas las sacralidades fundamentales
incaicas, ídolos,
templos, tumbas, momias, lugares sagrados, animales, aquellos astros de los que
los
ayllus,
o clanes creían descender, los propios antepasados, incluyendo a las deidades
principales, el
sol y la
luna
Este concepto se origina en
la cultura que el
imperio inca
impuso a todos sus dominios en sudamérica.
Los incas creían que el
Inca Tupa
Yupanqui podía
hablar con las
wakas, y
por medio de estas conocía los hechos pasados y futuros, incluso la llegada de
los españoles a América.
Según la tradición
precolombina, las
huacas
poseen personalidad propia y forman parte de los panteones locales de las
culturas incaica y pre-incaicas
peruanas junto con las demás divinidades "andinas mayores" (como
Wiracocha,
Pacha Kamaq
o
Pariacaca).
La estrecha relación entre el
hombre andino y las
huacas puede
atestiguarse por la gran cantidad que hay dispersas a lo largo del territorio
del
Tawantisuyo, las
mismas que, en algunos casos, aún en la actualidad son objeto de veneración.
Como centro religioso las
huacas
son también famosas por
ser el lugar en el que se depositaban ofrendas. Por esta razón fueron víctimas
de saqueo durante los primeros años de la invasión española al Perú , tanto por
su fama de contener tesoros, como por ser el centro de la religiosidad local en
las provincias que conformaron
el Tahuantisuyo
En los
Andes Centrales del
Perú es el lugar
de donde según la
mitología inca
salió la primera pareja formadora de cada comunidad andina (ayllu)
después del diluvio universal, de acuerdo al mandato de
Apu Kon Ticci
Viracocha, El
Hacedor, que les
determinó un tiempo y lugar donde deberían resurgir a fin de que se volviera a
repoblar la tierra y fueran los padres de las diferentes naciones o comunidades
andinas
(Manco Cápac
y
Mama Ocllo
fueron una de estas parejas). Es este lugar de origen (que podía ser una cueva,
un árbol, el sitio donde cayó un rayo, un cerro, una mina, un lago, etc.) donde
los
ayllus más
prósperos solían construir los respectivos adoratorios de adobe (Costa), piedra
(Sierra) o sobre una isla (Lago), lugares que por extensión también fueron
conocidos como
huacas
por los españoles.
También por mandato dee
Viracocha, estas primeras parejas fundadoras del ayllu retornaban al estado
en que salieron a su muerte y se volvían las deidades protectoras
(Apus)
Los soldados
imperiales incas
marchaban a la guerra formados por escuadrones de acuerdo a su comunidad de
origen y por lo tanto (como los romanos)
tótems que
representaban a su respectiva
huaca
(el rayo, el cóndor, el
cerro, el arco iris (*) etc.), por ello una de las maneras más terribles para
castigar a los pueblos muy rebeldes era justamente la destrucción de sus
huacas y
momias,
con lo que se rompían los vínculos que mantenían unida a esa comunidad; por la
misma razón, cuando se conquistaba un reino de respeto en el que se reconocía de
la misma cultura y cosmovisión andina el rey vencido (o un rey aliado de buena
fe) era reconocido y llevado con todos los honores a la ciudad del
Cuzco, donde a su
muerte su momia pasaba a integrar y vivir espiritualmente como un todo con el
Ombligo del
Mundo, de ahí
el estatus de sagrada de la ciudad imperial como mayor centro religioso andino,
por que de esta manera la sagrada
Huaca
Viviente (el
sinchi, curaca o
Capac —jefe, señor
feudal o rey—), descendiente de la primera
huaca,
solo fijaba un nuevo punto de adoración.
Tal es el caso del
Chimu Capac
o Rey
Chimu
(descendiente del
Señor de Sipán)
y de los reyes
Lupaca y Zapana
de los dos Reinos Collas (aymaras) del Altiplano, derrotado uno, aliado el otro.
Razón que explica la unión de
raza, historia, credo, origen y cultura entre el
Perú y
Bolivia, que tiene inequívocas manifestaciones en el
quechuismo de La Paz
(Bolivia) y en las manifestaciones
aymaras de Puno (Perú)
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